viernes, 20 de noviembre de 2009

De Agustín García Calvo.

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.

Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.

Blanca te quiero.
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.

Pero no mía.
Pero no mía,
ni de dios
ni de nadie
ni tuya siquiera.





sábado, 14 de noviembre de 2009

Caperucita harta del lobo, de la abuela y de los postres de su mamaíta.



¿Te has preguntado alguna vez por qué a la Cenicienta no se le ocurrió pedir a su hada madrina un magnífico caballo con el que poder recorrer mundo y conocer otros príncipes con los que poder vivir aventuras más interesantes que la de ir al baile en una carroza que se convertiría en una calabaza pasada las doce de la noche? ¿O por qué la ratita presumida barre y barre su casita y no le da por leer un cuento o escribirlo o jugar un partido de baloncesto? A los mitos -griegos, persas, egipcios, bíblicos...- les pasa lo mismo: los personajes femeninos suelen ser muy poco independientes y necesitan casi siempre de la ayuda de un varón, a no ser que, como Medea o Circe, sean unas brujas de armas tomar.

Dafne y Barbazul.


¿Y qué me dices de la neutralización del género? No creo que no exista el neutro en castellano; es más, precisamente por ser el masculino el género no marcado –según la antigua escuela lingüística estructuralista- carece de la personalidad del femenino –esa personalidad que en ámbitos más prácticos y sociales nos niegan…-, por lo que resulta más fácil asimilar lo neutro a lo masculino… Es de las pocas veces que el lenguaje cuenta con un comportamiento feminista; se trata de una mala estrategia varonil, de una mala pasada de su principal herramienta de poder: el lenguaje. No obstante, a pesar de no estar de acuerdo con la inexistencia del género neutro en castellano y de admitir su asimilación a la forma masculina por ser la forma no marcada, sí estoy absolutamente de acuerdo con acabar de una vez con la neutralización semántica, la verdaderamente preocupante, la que permite los vacíos simbólicos que hacen imposible que las mujeres nos sintamos plenamente a gusto con nuestra principal herramienta de comunicación: el lenguaje. Desde esta perspectiva simbólica apoyo absolutamente el cambio fonológico del castellano respecto de la cuestión genérica.

sábado, 7 de noviembre de 2009

¿Quién espera a quién?


A Penélope lo que sin duda le entusiasmaba era inventar su amor por Odiseo; sólo así pudo conservarlo durante tanto tiempo...