domingo, 21 de febrero de 2010

Contra las mujeres. Las luciérnagas que escupían a las luciérnagas.

Desde hace mucho, muchísimo tiempo, habitamos una cultura misógina; desde hace siglos las luciérnagas, incautas y espléndidas, son abatidas por la saliva mortífera que algunos sapos traidores, molestos ante la dignidad de una luz que no es suya, arrojan de su boca.
Han sido muchas las veces en las que las luciérnagas, heridas de muerte preguntaron al monstruo el porqué de su villanía, y muchas las ocasiones en las que el mismo sapo, transformado una y otra vez en otro sapo, ha respondido lo mismo: “Bicho imprudente, siempre las distinciones valen caras; no te escupiera yo si no brillaras”.

Después de tantos siglos de azote público las luciérnagas saben, por encima de todo, que:
1. La saliva más eficaz es la calumnia que se forja en los mentideros públicos.
2. La peor de las salivas no es la que procede de los sapos sino la que proviene de las mismas luciérnagas. La misoginia se aprende y te la enseña otra mujer.
3. La madre, la hermana, la amiga, la compañera valoran la obediencia que se espera de nosotras. El silencio es un lugar históricamente femenino y muy violento: es el arma arrojadiza de las luciérnagas amigas…
4. Las relaciones misóginas entre luciérnagas pueden tomar varias formas, explícitas o no, desde la envidia y competencia encubiertas o manifiestas, hasta el amor más febril o protector.
5. ¿Cómo pueden las luciérnagas superar los obstáculos si están eludiendo golpes verbales de otras luciérnagas en cubículos, pasillos y salas de conferencias? Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta que la verdad en la que se empeñan las luciérnagas que quieren bailar en la oscuridad, como cualquier otra verdad consensuada, suele pasar por tres etapas: al principio se la ridiculiza -normalmente, la descalificación toma el disfraz de la broma-; luego se la reprime; al final se acepta como una evidencia que ha existido desde siempre. Es en este momento en el que las luciérnagas que quieren bailar han de hacer lo que han hecho siempre las tiernas princesas de los mitos y cuentos de hadas: perdonar y olvidarlo todo ofreciendo un beso de amor. Sí, amig@s, es precisamente en este momento donde debemos reivindicar valores más alternativos a los del sistema actual: la cooperación, la empatía y la generosidad. Aunque me cueste admitir una enseñanza que procede de las sempiternas princesas, me temo que no es mala estrategia.