"Acabado el debate. Los enviados del papa se han marchado a toda prisa de Lombers.
Leola: -Me inquieta su urgencia de irse: puede que simplemente les desagrade estar en territorio hereje, pero los ejércitos de Monfort acampan a solo medio día de la ciudad, y ésta se prepara para el asedio...
Nyneve: -También nosotras hemos de regresar con prontitud a Albi, antes de que el camino quede cortado.
Leola: -Pero vayamos antes a la posada para almorzar algo...
Nyneve: -El posadero ha sacado las mesas a la calle.
Leola: -Aunque estemos en fechas otoñales, aún hace buen tiempo: mira la plaza, está llena de gente, los asistentes al debate beben sidra o cerveza y comentan la situación en apretados corros, los niños juegan, los perros buscan entre las basuras, los burros rebuznan junto al pilón del agua...
Nyneve: - Mira quién se acerca...
Señora de Lumière: - Buenas tardes mi querido señor de Zarco... Me alegro de volveros a encontrar.
¿Os acordáis de nosotras? Soy la señora de Lumière... y mi hija Violante.
Leo: - Mi señora... Mi joven Dama... ¿Queréis acompañarnos y tomar algo?
Señora de Lumière: - Tal vez un poco de agua y algo de pan y queso... Debemos de reponer fuerzas para volver a casa.
Leo: - Ahora recuerdo, mi señora, que, el día de Fray Angélico, nos contó que residía en Rabastens, al Oeste de Lombers. Y no vivía con otras buenas mujeres, como los cátaros suelen hacer, sino en una gran mansión en la que había habilitado un hospital para la comunidad. Es una dama noble y madre de caballeros, que recibió el consolament, el único sacramento que administran los albigenses tras quedar viuda del barón de Rampert. Su hijo mayor heredó el título y usted se retiró con Violante a una de las propiedades familiares.-
Nyneve: - Esto es algo común, muchas damas nobles occitanas se convierten en matriarcas cátaras al enviudar.-
Leo: - Apenas mordisquea unos pocos pedazos de la comida... – le dice a Nyneve en voz baja.
Señora de Lumière: - Violante, por favor... recuerda que tenemos el enorme privilegio de no pasar hambre... -
Violante: - Sí, madre... -
Señora de Lumière: - ¿qué os ha parecido el debate?-
Leo: - Interesante. Muy revelador. En realidad creí que iba a ser una discusión teológica, algo mucho más alambicado y más oscuro, pero ha sido una explicación del catarismo apta hasta para los más ignorantes como yo.
Señora de Lumière: - Mi querido caballero, no seáis innecesariamente modesto, la humildad excesiva también peca de orgullo... Pero sí, es cierto que el tono del debate ha sido muy asequible... gracias a la sabiduría de De Nevers. De eso se trataba: de intentar contrarrestar las mentiras y manipulaciones de la Iglesia, la ceremonia de confusión de los papistas, para explicar a las gentes sencillas lo que en verdad somos. Pues es a ellos a quienes debemos convencer.
Leo: - Desde luego, dudo que los enviados del Papa puedan ser convencidos de nada. No escuchan. Son unos locos de la fe, como suele decir el señor Nyne... -
Señora de Lumière: - Tal vez estéis en lo cierto... Aunque quisiera creer que no. Quisiera creer que las palabras aún pueden detener este dislate.
Nyneve: - Pero ¿qué otra cosa tenemos sino las palabras, Leo? ¿qué otra cosa sino la razón? Es nuestra única arma. Cuanto más difícil sea la situación, cuanto más desesperada y más confusa, más debemos esforzarnos en pensar. Que los dioses os iluminen para ser capaces de razonar con claridad, porque dentro de nuestras cabezas tiene que estar la solución para todo esto. Piensa, Leo, piensa...
Leo: - Hace una tarde muy hermosa. Una tarde de sol tibio y brisa fresca. Nubes blancas y mullidas como vellones de lana corren ligeras por el celo azul brillante. Recortado contra ese fondo veloz, el campanario de la iglesia parece vibrar. Durante un instante vertiginoso tengo la sensación de que es la pesada torre de piedra la que se está moviendo sobre el cielo ancho y quieto. Parpadeo y aparto la vista, mareada por la repentina inestabilidad del mundo. Esos niños juegan a arrojarle un palo a un perro, y el corre a recogerlo una y otra vez, sin cansarse de la diversión repetitiva. Esa anciana llena un cántaro en la fuente, parejas de jóvenes se susurran amores, un juglar andrajoso canta una romanza y pide monedas, una matrona rechoncha ayuda a caminar a su marido cojo. Todos ellos nacieron de mujer entre sangre y humores pegajosos, todos ellos fueron niños y luego adolescentes llenos de deseos, de miedos y esperanzas, Sé quiénes son porque reconozco en ellos mi propia vida. Algo sucede con mis ojos: al igual que antes creía que la torre galopaba por el cielo, ahora me parece que sobre la plaza ha caído una extraña inmovilidad, como si mi mirada se hubiera salido del tiempo. Es un momento de extraordinaria calma, un instante de vida plena y detenida. Otras veces he percibido esa mismo sensación, justo antes del comienzo de un combate. Justo antes de arrojarte sobre tu enemigo y sumergirte en una velocidad que ya no puede parar hasta la muerte o la sangre, el mundo alcanza su máxima quietud. Es el ojo del huracán, la paz absoluta antes de la vorágine. Y ahora me siento así, instalada en la fugaz eternidad de esta tarde tan bella, a la espera de que la fuerza bestial de los cruzados de Simón de Monforta aplaste nuestra fragilidad y nuestra menudencia.
Nyneve: - Debemos marcharnos. Ve a pagar al posadero, mientras nosotros vamos al establo a buscar los caballos.
Cuando se marchan, la matriarca se acerca a Leo.
Señora de Lumière: - Quería pediros un favor mi señor. Es algo delicado, y me apena tener que abusar de vuestra generosidad, pues ya os debo demasiado... Pero las circunstancias son tan graves y hay tan poca gente en la que confiar que no puedo por menos que preguntároslo. Sin embargo, sabed que sois completamente libre de aceptar o no. Si no queréis hacerlo lo entenderé perfectamente.
Leo: - Hablad sin miedo, Señora.
Señora de Lumière: - Habréis de saber mi señor, que pese a su juventud y su pequeñez física, mi hija es toda una mujer. Y una mujer muy valiente y con grandes recursos. Con ardides que no voy a revelaros, y amparada en su aparente insignificancia, Violante ha conseguido infiltrarse en medios próximos a Simón de Monfort. Digamos, para entendernos, que ha espiado los próximos movimientos de los cruzados. Disponemos de información de relevancia para la guerra, información que debe llegar cuanto antes a manos de mi primo, el vizonde de Trencavel. Podríamos intentar llevársela nosotras mismas, pero sospechamos que Violante ha sido descubierta, y las dos somos demasiado conocidas por nuestros enemigos y tememos ser interceptadas. Puesto que vos os dirigís a Albi, quería pediros que llevarais dicha información al Vizconde. Como veis, me he puesto en vuestras manos al contaros todo esto. Apenas os he tratado, pero confío en vos, y creo que el Señor Buen Dios no me dejará equivocarme. Meditad la respuesta: es una encomienda que os compromete y, como digo, entenderé que la rechacéis.
Leo: - No os habéis equivocado al confiar, Señora. Haré lo que me pedís con mucho gusto.
Señora de Lumière: - Alabado sea Dios. Tomad, en esta carta viene todo. Cuando lleguéis a Albi, decidle a mi primo que vais de mi parte. El documento está autentificado con mi sello. Y que Dios os proteja y os bendiga.
Leo: - Guardaré el pergamino doblado dentro de la armadura, luego buscaré un lugar mejor.
Señora de Lumière: - Que Dios os bendiga. '
Fin.
¿De qué capítulo se trata? ¿Qué ha ocurrido hasta ahora? Buena pregunta para un examen...