sábado, 14 de noviembre de 2009

Caperucita harta del lobo, de la abuela y de los postres de su mamaíta.



¿Te has preguntado alguna vez por qué a la Cenicienta no se le ocurrió pedir a su hada madrina un magnífico caballo con el que poder recorrer mundo y conocer otros príncipes con los que poder vivir aventuras más interesantes que la de ir al baile en una carroza que se convertiría en una calabaza pasada las doce de la noche? ¿O por qué la ratita presumida barre y barre su casita y no le da por leer un cuento o escribirlo o jugar un partido de baloncesto? A los mitos -griegos, persas, egipcios, bíblicos...- les pasa lo mismo: los personajes femeninos suelen ser muy poco independientes y necesitan casi siempre de la ayuda de un varón, a no ser que, como Medea o Circe, sean unas brujas de armas tomar.

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